Pensaste que era un
día más, un día cualquiera, común y corriente, un día como los que solías vivir
habitualmente en aquellos años. Sin estridencias. Eran años especiales para
vos. Sabías bien porque pero te habías acostumbrado. A lo bueno uno se acostumbra
fácil suele decirse. No te lo planteabas demasiado, a esa altura no pensabas
guau, ¡qué momento histórico! No. Ya se te había hecho carne, parecía que
siempre había sido así.
Tenías que ir al
centro. No te gustaba ir al centro, preferías la vida tranquila del conurbano
cuando aún no se llamaba conurbano ni decir conurbano tenía una connotación
despectiva, delincuencial casi. Vivías en lo que se iba a denominar conurbano,
la vida suburbana, el barrio donde todos se conocen con todos, el lugar en el
cual solía preguntarse dónde quedaba determinada calle o dirección y la referencia
solía ser un almacén, un kiosco, un portón pintado de un color determinado que
lo volvía singular. Allí vivías, una vida tranquila, de la casa al trabajo y del trabajo a casa como
decía el General. Pero tenías que ir al centro.
Ir al centro era toda
una expedición para vos. Un aventura. Ir al
centro se decía. Era sinónimo de lejanía, de luces, de otro mundo
prácticamente. Debías hacer un trámite. La última vez que habías ido había sido
el primero de mayo. Había sido una fiesta, tu fiesta, la fiesta del trabajador
peronista, de la trabajadora en tu caso. Trabajabas en una fábrica textil. Soy operaria
solías decir orgullosa. Parecía que siempre habías trabajado y la realidad es
que no fue así. Empezaste a trabajar en tu casa, con la máquina de coser. No te
gustaba mucho pero había que hacerlo. Sumaba unos pesitos. Cuando pintó la
oportunidad de la fábrica no la desaprovechaste. Era otra historia. También otra
plata. Movilidad social ascendente le
llamarían posteriormente, vos no pero bien sabías que vivías mejor que algunos
años atrás, no provenías de una familia indigente pero tampoco les sobraba
nada. No entraban en los parámetros que suelen caracterizar a la clase media. Zafaban
a duras penas. Eras parte del espacio al que el peronismo le puso nombre:
Pueblo. Y desde que fuiste operaria te
sentiste más pueblo aún. Por eso ibas
los primeros de mayo a la plaza.
Decía que fuiste al
centro a hacer un trámite, no importa cuál en este momento, lo que cuenta es
que te pudiste tomar el día. A tu hijo lo dejaste en la escuela. Como cada
mañana lo hacías. Le diste un beso, le frotaste el pelo húmedo y frío y lo
viste rajar a los piques hacia adentro del cole. Al llegar a la puerta se dio
vuelta, como cada mañana, te miró, sonrió y te tiró un beso. Cumplió el rito de
cada mañana. Notaste que, a medida que crecía, los besos que te tiraba eran más
disimulados, menos evidentes, sabías que no era porque te quería menos sino por
el hecho de que a un nene de la edad del tuyo ya le cuesta un poco más ser
demasiado vehemente con la madre, le da un poco de vergüenza y es lógico. No quería
quedar como un mamero delante de sus compañeritos. Por ello valorabas más que
se diera vuelta para saludarte. Vos también le tiraste un beso, vos no fuiste
disimulada, no te importaba quedar como una babosa con tu bebé. Siempre sería
tu bebé pero evitabas decírselo en público para no incomodarlo.
Iba contento el
gurrumín esa semana. Si bien su River, el de su padre también, había empatado
con Lanús el domingo anterior, seguía prendido en la lucha por el título. A la
postre sería campeón, al igual que los dos años siguientes completando el
tricampeonato. Ni tu marido ni el pibe sabían que ese triplete sería la
despedida de una época triunfal y que entrarían en el ostracismo de victorias
por los 18 años posteriores. Fue el exilio de River en una época de exilios
famosos. Tampoco imaginaba ninguno de ustedes (y ésto sí te interesaba dado que
el fútbol a vos ni fu ni fa salvo para ver a tu marido y a tu hijo felices) que
quien marcharía al exilio por 18 años sería Perón, que se acabarían los años
felices de los que tanto escribiría Soriano, los años de la patria peronista,
los años que parecían que jamás acabarían.
Anduviste toda la
mañana por el centro, todo parecía normal, había muchos rumores sobre el
General, la Iglesia, los gorilas, los contreras y todo ese asunto. Te preocupaba
realmente el tema pero tampoco le diste demasiada trascendencia. No se hablaba
mucho en la calle de lo que pasaba, no tenías blackberry, no había twitter así
que imaginate. De todos modos tenías cierto grado de tranquilidad. El General
siempre estaría para cuidarte, a vos y a los tuyos aunque ya no estuviera Evita.
El General sabía lo que hacía.
Anduviste rato largo
por el centro, de aquí para allá. Ya que estabas en el centro para hacer
algunas compras, en el centro se consiguen más cosas, cosas que en el suburbio
no se encuentran. De golpe, pasado el mediodía sentiste aviones que sobrevolaban
la plaza de mayo, la plaza de Perón. Asumiste que se trataba de un desfile
militar del que no tenías noticias. Miraste para arriba, no volaban muy alto,
al menos eso te pareció, esa fue la sensación que tuviste. Viste una cruz
pintada en los aviones, debajo de ella, de la cruz una V, estaban ubicadas tal como
lo estarían la P de Perón y la V de vuelve que la resistencia peronista
pintaría en los años del exilio de Perón del que ese 16 de junio no tenías ni
puta idea. Las vueltas de la vida.
El asunto es que
viste la cruz y la V. No entendías que significaba hasta que leíste la
inscripción Cristo Vence. Son los contreras alcanzaste a pensar cuando
sentiste un estallido que te aturdió. No distinguiste si cayó cerca o lejos la
bomba pero el ruido fue infernal. Infernal, qué paradoja, Cristo Vence y el
ruido infernal aturdiéndote. Comenzaste a correr, como todos, como muchos, los
que ya estaban muertos al primer bombazo no tuvieron ni chance de correr. Pronto
vos tampoco. Corriste sin saber a dónde ir. Corriste, el estruendo seguía, los
gritos el dolor la sangre también, a esa altura ya te ensordecían más los
gritos el dolor la sangre que las bombas que seguían cayendo. Corriste hasta
que no pudiste correr más. No sabés que te golpeó, qué te pegó, lo cierto es
que de repente te viste en el suelo y no entendías porque estabas en el suelo
sino te habías tropezado con nada. Hasta que te miraste la pierna, en realidad
la no pierna, ya no estaba allí, no estaba tu pierna, ¿cómo es posible que no tenga mi pierna si yo
hasta recién estaba corriendo?. No la tenías. Miraste al cielo otra
vez y te preguntaste ¿a quién vence Cristo?, ¿por qué querría Cristo vencerme a mí
si yo voy a misa, tomé la comunión, creo en Dios y en la Viírgen, cuido a mi
familia, trabajo, vengo al centro? ¿por qué? No creo que Cristo quiera vencerme. Pero lo que no entiendo
es ¿por qué los que invocan a Cristo y dicen que Vence me tiran bombas a mí, a
mi pueblo, a mi plaza…por qué es la plaza de Perón? ¿por qué soy peronista? ¿Sólo
por eso nos tiran bombas, nos matan, me roban mi pierna? ¿Me causan tanto
dolor? ¿Nos masacran como nos están masacrando?. Te quedaste en el
suelo. Qué más podías hacer, pensaste en tu marido, en tu hijo, en Perón, en
Evita y Dios y le pediste que te deje de doler, que te devuelva tu pierna, que
los que invocaban el nombre de su hijo (el de Dios) dejaran de tirar bombas. Pero
no lo hicieron. Siguieron y recién empezaban.
Conmovedor texto, lo compartiré...
ResponderEliminarUn abrazo
Me alegro q t haya gustado y conmovido! Gracias x difundirlo! Abrazo!
EliminarLa redacción sencilla y cálida que se comprime y congela dolorosamente en esa imagen absolutamente real da una idea de lo que fue aquél fatídico 16 de junio de hace 57 años. Estaba neblinoso y frío, con una llovizna que parecía anticipar el dolor que sobrevendría apenas pasado el mediodía.
ResponderEliminarEse cobarde ataque fue el verdadero "bautismo de fuego" de la aviación naval, no el del episodio de Malvinas como muchos han tratado de hacernos creer.
A lo largo de los casi 60 años transcurridos ha habido una suerte de inmundo pacto de silencio con respecto a aquella luctuosa jornada.
Y no se trató de un ataque terrorista sino de NUESTRAS PROPIAS FUERZAS ARMADAS, armadas contra el pueblo, como siempre. Como las de la Patagonia rebelde de principio de los 20s, las del 30 de setiembre de 1930, las del conato de sublevación del 28 de setiembre de 1951, ó las que detentaron el poder desde el 16 de setiembre de 1955, a partir del 29 de marzo de 1962, del 28 de junio de 1966 y - como digno broche negro - del 24 de marzo de 1976.
Pero en aquel tristísimo 16 de junio de 1955 en que la muerte llegó desde el aire, las víctimas como la mujer de la fotografía, más de 300 MUERTOS y más de 700 HERIDOS, pusieron de manifiesto el grado de inhumanidad y crueldad de quienes tres meses después llevarían a cabo la "Revolución Libertadora".
Muchos de los responsables fueron más tarde miembros de distintos gobiernos. NINGUNO fue penado por ese crimen imperdonable.
Es que ese es el eterno método de la despreciable derecha. Obtener por medio de la violencia lo que jamás podrá alcanzar por métodos realmente democráticos y republicanos, respetando la voluntad del pueblo y acatando las leyes y la Constitución.
En la actualidad, afortunadamente se han producido muchos cambios. El metal enemigo de tanques y aviones ahora se emplea en la fabricación de cacerolas.
Saludos
Tilo, 71 años
Muchas gracias Tilo x tus aportes permanentes, x tus palabras y x tu memoria siempre presente. Abrazo!
EliminarQue horror! te juro q no supe nada de eso hasta muchisimos años despues. En mi casa el antiperonismo era brutal. Me contaban como festejaba la gente con banderas x la calle. Hace poco tiempo (10) años q entendi y supe realmente lo q sucedio. Por eso me hice K. Conmovedor tu relato. Triste y olvidado
ResponderEliminarPayasada total el cuentito este.
ResponderEliminarPronto caerán más bombas, y los CHORROS kakudos, inmundos peronistas volverán a pagar con sangre el LATROCINIO que están cometiendo.
El kircherismo, el peronismo, y todos estos NAZIS DEL ORTO que están hoy en el gobierno son unas bestias que lo único que saben es ROBAR, ROBAR Y ROBAR.