Se los dijiste. Se
los escupiste en la cara como solías hacerlo. Con la crudeza con la que decías
lo que decías. No eran palabras que se llevaría el tiempo. Eran palabras
pesadas, cargadas de significado, que se imponen por la prepotencia de lo que
está siendo dicho. Te subestimaron, como siempre. No creían que fuera posible.
Realmente no te conocían. Volveré y seré millones. Y volviste. Resulta contradictorio
decir que te fuiste. Siempre seguiste acá, en el corazón de tu pueblo.
Pero es lógico que no
te creyeran, que no te escucharan. Para ellos sólo eras una pesadilla que
pasaría. Una tormenta de verano que como viene se va. Pero no fue así. Además
te consideraban una puta, una arribista, una trepadora. Y a las putas ellos no
les creen. Ellas (las mujeres de ellos) tampoco. Ellas especialmente. A las
putas no se las escucha. Las llaman así. Putas. Sin más. Y las putas sirven
para satisfacer los bajos instintos de sus maridos. Los dejan ir con las putas
así no las molestan. Así hacen sus chanchadas con ellas. Así cogen. Ellos van
con las putas porque se coge con las putas, no con las madres de sus hijos. Con
ellas se procrea, se reproduce la especie de su clase, su estirpe, la elite a
la que viniste a romperle las pelotas. Por eso te odiaban. Por eso no te
escuchaban cuando les decías lo que les decías. Pobres de ellos. Fuiste tan
genuina que se los advertiste y no tuvieron la capacidad de escucharte.
No te importó que te
vieran así. ¿O sí? Si, en algún punto te importó, no conscientemente tal vez,
pero sí le importó a tu cuerpo que expresó tanto sufrimiento por el odio ajeno
y no toleró tanta injuria. Pero seguías adelante. No se puede pretender que te
quieran todos. Pero sí las mayorías.
Por eso elegiste, vos elegiste quien
querías que te quiera. Hay que sospechar de
aquel que le cae bien a todo el mundo. Elegiste porque venías de ahí, de las entrañas
de tu pueblo, porque supiste siempre que para que tu pueblo tuviera algo había
que sacarlo de algún lado. Hoy hay otra mujer que dice también cosas como las
que vos decías. Con otros modos a lo mejor pero hasta por ahí nomás. Y genera
el mismo odio que vos generaste en los mismos de siempre. En realidad ustedes
no generaron ese odio. Ellos cargan con ese odio. Ese odio que contribuyó a que
te consumieras. Tanta batalla tiene sus costos y cuando te enfermaste ellos
miraron al cielo y agradecieron. Dios les sonreía de nuevo. No entendieron
nunca nada. Ese paso fue el que te hizo eterna. Porque le dio dimensión a todo
lo que habías hecho. Te metió de prepo en la Historia. A tu modo. Sin medias
tintas. A todo o nada. Ellos creyeron que era nada. Y fue todo. Es el odio de
los privilegiados de siempre, los que siempre ganan y se indignan cuando
alguien les dice que no van a ganar tanto por el sencillo hecho de que todo el
mundo quiere comer y vivir dignamente. Ellos jamás lo entenderán y por eso las odian. Pero volvamos a vos.
Claro que elegiste. Elegiste
las lágrimas que querías que te lloren. Las lágrimas de los tuyos que son tus
lágrimas. Las lágrimas que lloraste cuando eras negada, humillada, ocultada.
Hiciste lo que había que hacer para dejar de serlo. ¡Qué peronista es ese proceder, carajo! Te construiste sola, sin
ayudas, con el fuego que llevabas dentro. Ese fuego que te trascendió, que excedió
los márgenes de tu cuerpo joven. El fuego que te hizo eterna, la antorcha de
los que nada tienen, de los que te lloran. El fuego que te marcó, el que construyó
todas las Evas que fuiste, peleadora, gritona, combatiente, montonera, todas
las Evas sos vos. No era así la Señora decían
con desprecio los padres gorilas a sus hijos que te conocieron ya en la
inmortalidad. ¿Qué saben ellos quien eras? Que nos van a decir cómo eras si
nunca te conocieron, si nunca te escucharon, si fueron tan necios que no supieron
que debían conocerte para vencerte. Por eso nunca pudieron matarte y decidieron
esconder, desaparecer tu cuerpo.
Creyeron que esa era la solución. Tiene su lógica. Si no eras más que una puta
lo único que supieron hacer fue atacar tu cuerpo. Y nunca pudieron apagar tanto
fuego, el fuego interior. Ya se van a olvidar de la momia decían. La Perona
también te decían. No te daban entidad, creían ofenderte haciéndote una
extensión del General. Justo a vos, como si que te dijeran tal cosa fuera a
quitarte el sueño. Y te desaparecieron porque no podían matarte, temían matarte.
Fuiste, tu cuerpo, un presagio de lo que
vendría. Te desaparecieron. Pero ni así vencieron. Te hicieron más inmensa,
más luminosa aún. Nunca el pueblo se olvidó. Las velas del pueblo seguían tu
camino. Siempre. Y eso los atormentaba, ahí recién comenzaron a ver la fuerza
de tanto fuego. El cuerpo es una circunstancia, lo que queda es la obra y allí
late tu luz.
Sean fanáticos decías y como se burlaban de
ello, ellos, los dueños de la razón. Lo vieron defecto, vos lo decías como
virtud. Las cosas tienen explicación pero no todo puede ser entendido. Mucho
menos si se tiene el corazón cerrado, oscuro. Se quiere y se cree, eso no es ceguera como pretendían quienes te
odiaban. Eso es amor, sin más. El
amor no se explica, se siente aunque contenga ribetes racionales, trasciende la
razón, se explica desde otro lado.
Tomarán mi nombre y lo llevarán como bandera a la victoria
decías, rugías. Se seguían burlando. Así fue. Lo llevamos como bandera a la
victoria. Con altibajos, a veces caemos, la bandera se ensucia por momentos
pero flamea, nunca deja de flamear. Caemos pero la levantamos. Como se puede, a
veces mejor, otras no tanto, pero la llevamos. No sos una estampita, nos damos
cuenta cuando algunos usan tu nombre no como bandera sino como resguardo y la
llevan sin convicción, los hipócritas que te usan pero no creen en vos. Lo
bueno es que el movimiento que ayudaste a crear siempre genera a quienes la
levantan con convicción, a los que toman tu legado, a los que sacan la bandera
de tu nombre del barro para llevarla a la victoria que es tu victoria y si tu victoria se consigue es la victoria
del pueblo porque vos representabas al pueblo sin concesiones.
¿Cómo nos van a decir ellos
como eras si sos nuestra? Nosotros te conocemos, te lloramos, te reivindicamos.
Y llevamos tu antorcha. Las antorchas siguen marchando cada 26 de julio. En tu memoria.
Sos lo que nos enseñaste que eras, la antorcha que nos ilumina el camino, el
camino del pueblo. Y con ese fuego iluminamos la noche y nuestras vidas.
Por qué hablé tanto
de ellos se preguntarán en lugar de escribir sólo sobre Ella. Porque Ella fue
Evita por ellos también y no sólo por nosotros. Porque no hablaba sólo de nosotros
sino también de ellos y por eso los enfrentaba. Para que sepamos siempre que
hay un nosotros y hay un ellos. Para que nunca
olvidemos quienes somos nosotros. Por eso los nombraba, los denunciaba, por
eso los utilicé para hablar de Ella. Porque Ella nunca se olvidó de ellos,
porque siempre tuvo claro que para que todos tengan una vida digna había que
pelear contra ellos. Porque ella no era condescendiente, ni acomodaticia, porque
siempre tuvo presente de donde venía. Porque para saberlo, para nunca olvidarlo
se referenció en quienes la combatieron, porque no se quedó en la cómoda de ser
la mujer del presidente, la primera dama. Porque fue Evita para que ellos no se
olviden de Ella. Para que nosotros sepamos que Ella sería siempre de los
nuestros. Por eso fue simplemente Evita.
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