domingo, 27 de mayo de 2012

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Escena 2. Yo, sentado frente a la TV viendo el discurso de Cristina del 25 de mayo de 2012 en Bariloche tras reparadora siesta.

Escena 1. Yo, saliendo de mi casa el mismo 25 de mayo de 2012 tras levantarme al mediodía, escuchando por la calle la reproducción del Himno nacional argentino.

¿Por qué primero la escena 2 y luego la escena 1? se preguntarán. Lógico que lo hagan. ¿Por qué parto desde un lugar tan autorreferencial? Porque hablo desde mí. Sucede que el disparador de esta publicación fue la segunda escena y lo que me provocó. La patria no es una entelequia dijo Cristina. Esa frase me remitió a la escena 1, a lo que me pasó cuando escuchaba el himno.

Algunos sinónimos de entelequia: invención, ficción, irrealidad, ensueño, ideal.

Más allá del impecable discurso de la Jefa, ¿cuándo no?, esa frase me sacudió, me motivó este post, ¿hace falta decir que el kirchnerismo me provoca, me sacude, me motiva, me hace escribir? Creo que no. Decía que esas palabras me llevaron de un golpe a la escena 1, la del himno y lo que me generó escucharlo.

Me dieron ganas de cantarlo, me llevó a escenas de estos últimos años de mi vida, a plazas multitudinarias cantando el himno, con los dedos en V. También me llevó al pasado, a mis años niños, años de la post-dictadura; a mi adolescencia, años del menemismo.

¿Qué me generaba entonces el himno? En la primaria, incluso en la secundaria,  me remitía a la dictadura. El Himno, en mi imaginario, atravesado por la Historia reciente del país, era sinónimo de dictadura, de militares, el himno era la canción que cantábamos en primer grado cuando los milicos nos embarcaron en la locura demencial de la guerra de Malvinas (con todas las salvedades que quieran y deban hacerse sobre nuestra complicidad como sociedad, hay diferentes grados de responsabilidades, por ello utilicé nos embarcaron), era la cortina musical del Mundial ’78, patria en aquellos años se asociaba a lo castrense, la patria eran ellos, los salvadores de la patria, los guardianes de ella ante la subversión apátrida, el último espacio desde el cual nos librarían de que el sucio trapo rojo flameará en lugar de la celeste y blanca. Eso nos enseñaron, eso mamamos. Todo ello hizo que, para mí, cantar el himno no representara nada, o algo peor, mucho, no me gustaba cantarlo. Me veo tomando distancia con el brazo mientras cantábamos las canciones patrias. El ceño fruncido había que tener. Lo único lindo de ese momento podía ser mirar de reojo a la compañerita que te gustaba, joder al compañerito de adelante mientras tomabas distancia, a qué punto se llegaba, cuánta enfermedad, tomar distancia del otro, no estar cerca de otro cuerpo, no rozarse siquiera, qué grado de alienación y cuánto simbolismo, había que estar separado del otro, a distancia, el individuo solo, aislado, no integrado, es más fácil de ser manipulado, a ese grado llegó el control, hasta los cuerpos en las más inocentes formas era controlado.

No hace falta tampoco irse tantos años en el tiempo. En mi adolescencia, en los ’90, la bandera, el himno y la patria tampoco eran nuestras. Seguía resonando a militar, a protocolo, a obligación escolar. Apenas era nuestra, de todos, en los mundiales, como en el de Italia. Y a finales de los ’90 comenzó a ser sinónimo de Radio 10. La derecha seguía siendo la dueña de la bandera. Y nosotros lo admitíamos, dejábamos que así fuera. Y, en cierto modo, renegando de ella, por los milicos, por los fracasos, por el menemismo, nosotros se la habíamos entregado, la habíamos cedido. No peleábamos por tenerla. Era de ellos. Así lo vivía supongo, no pretendo ser vocero de nadie con el uso de la palabra nosotros. Así me veo desde hoy. No nos pertenecía, no nos representaba, el grado mayor de patriotismo era la banderita de radio 10, dale gas…

La patria no es una entelequia dijo Cristina, no es una invención, no es una irrealidad, no es una ficción, no es un ensueño, no es un ideal dijo, tomando las definiciones del diccionario de sinónimos. Es algo concreto. La patria somos nosotros, de carne y hueso, con fortalezas, flaquezas, debilidades, contradicciones, miserias, virtudes pero somos nosotros. Ya no son ellos, no son otros, no son los milicos, no es la banderita de radio 10. Somos todos, aún los que no nos gustan. Y nos representa. Y hoy, ya hombre, maduro, sin tomar distancia, rozándome con otros, sintiendo su olor, su sentir, su palabra, su canto, me reconozco como parte de esa patria. Tenemos patria se dijo no hace mucho, ya en este tiempo. Maravilloso tiempo. Maravilloso tiempo en el que veo a chicos de la edad en que yo tomaba distancia, o de la edad en que no me gustaba que me hablen de la patria porque me remitía a fascismo, en que me sentía ajeno, como la canción de Sui Generis: si ellos son la patria yo soy extranjero. No. Ya no. Hoy los chicos y no tan chicos son la patria, somos la patria, cantamos el himno, con el brazo arriba y los dedos en V cantamos el himno. Y somos tantos. Porque en estos años de reconstrucción, de recuperación, de reparación, como es afecto a decir el kirchnerismo, también recuperamos la patria entre tantas otras cosas. Tenemos patria. La recuperamos para todos. También a la bandera y al Himno. Con errores, con aciertos, con alegría, con tristezas, pero para todos. Porque la patria no es una entelequia. Es algo concreto, tan concreto como nosotros mismos. 

2 comentarios:

  1. Palabras oportunas las de Cristina y muy lógico tu razonamiento.
    "Patria" dejó de ser un concepto vacío, hueco, simbólico de escudito, banderita e himno, para convertirse en un SENTIMIENTO.
    Desgraciadamente, durante muchos años no fue así.
    Todos somos LA PATRIA y ella se agranda a medida que nos consideramos parte de ella y nos juramos hacer todo lo posible para que siga engrandeciéndose. Eso implica solidaridad y respeto por nuestros hermanos y renunciar al venenoso
    individualismo, tratar de ir mejorando como ciudadanos porque así contribuiremos con lo que está por encima nuestro, aunque nos contenga: LA PATRIA.
    De esa manera, ver flamear a nuestra bandera ó escuchar los acordes del himno nos hinchará el pecho de orgullo y satisfacción porque los sentiremos parte de nosotros mismos.

    Saludos
    Tilo, 71 años

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    1. Coincido plenamente. Muchas gracias x seguir y x tus reflexiones Tilo!

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